Después de decir esto se dirigió al gramófono y colocó el brazo del
gramófono sobre el disco, iniciándose inmediatamente un suave trémolo de violines
anunciando los primeros compases del Danubio azul.
Paul hizo una reverencia y extendió su mano hacia ella. Suzanne
respondió la reverencia y puso su mano encima de la de él más por costumbre que
por ser realmente consciente de lo que estaba haciendo y se dejó llevar.
Al principio sus pasos eran un poco torpes pero conforme avanzaban los
compases fue ganando seguridad y dejó de contar los pasos y de mirar a sus
pies. Pero no se atrevía a mirarle a los ojos, le daba vergüenza que Paul pudiese
notar a través de sus ojos que miles de mariposas volaban por su estómago como
en una tarde de Mayo. Pero al final la sensación de que él no paraba de mirarla
superó su pudor y le miró a los ojos.
Y cuando posó su mirada se sintió perdida en la inmensidad azul de sus
ojos, como un naúfrago en una isla desierta, atrapada en aquella inmensidad,
cárcel y libertad al mismo tiempo.
Las vueltas se sucedían, y a cada una perdía más la noción del espacio
y el tiempo. En ese momento la realidad se limitaba a sus manos, la que
sujetaba su espalda y le impedía caer a pesar de la debilidad creciente que
sentía en sus piernas y la que le
sujetaba su mano con un suave contacto; y a sus ojos, una infinita inmensidad
azul en la que estaba atrapada por completo y en la que se sentía en casa. Ni
siquiera oía la música así que no sabía si seguían bailando porque seguía
sonando el vals o porque no era capaz de despegar ni los ojos ni las manos de
él.
Paul se encontraba tan perdido como ella. Se había sentido muy seguro
de lo que estaba haciendo cuando extendió la mano hacia ella para bailar pero
perdía la seguridad en sí mismo conforme
iban pasando los compases. Mientras sólo veía de ella su brillante pelo cobrizo
pudo mantener su mirada firme a pesar de los embates de su corazón que se
manifestaban en el cuello, pero cuando por fin Suzanne le miró a los ojos y
clavó sus negras pupilas en él, perdió por completo su seguridad. Fue como ver
la luz después de muchos días de oscuridad, encontró en ellos la paz que da una
noche de estrellas después de un día largo y agotador; y allí se quedó, mirando
la luz de sus ojos como quien mira las estrellas buscando el sentido de la
existencia. Y lo encontró, sintió estaba hecho para contemplar aquellos ojos
para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario